
En muchas ocasiones nos encontramos con situaciones durante las relaciones sociales de los niños/as que nos gustaría que se resolviese de forma diferente a como se ha desarrollado, teniendo como consecuencia alguna acción que ante nuestros ojos se convierte en negativa pero que en realidad, es una forma más de relación en niños/as menores de 3 años, por lo que podemos ver que ante una situación difícil el/la niño/a suele reaccionar mordiendo, pegando, empujando… Causando daño a terceros o a sí mismos.
¿Qué ocurre con estas situaciones?
Normalmente, cuando ocurre una situación de este tipo, lo que estamos viendo, al igual que con las rabietas, es un desbordamiento emocional, es decir, el/la niño/a muestra una reacción exagerada ante una situación que a nuestros ojos tiene una fácil solución (adulto con control emocional) pero que para ellos es mucho más.
Debemos tener en cuenta que en la etapa 0-3 años el niño/a es un ser egocéntrico, está preocupado únicamente por su autodesarrollo y por obtener del entorno todo aquello que necesita para sí mismo, por lo que cuando sienten que ese espacio es invadido o no comprenden la situación, actúan siguiendo sus intereses, sin tener en cuenta a la otra persona.
¿Qué podemos hacer?
Lo primero es mantener la calma y ponernos en el lugar del niño/a, tanto del que hace la acción como del que recibe el gesto. ¿Tiene las necesidades cubiertas? ¿Tenía algo en su poder que le ha sido arrebatado? ¿Pueden resolverlo ellos mismos? ¿Es necesario intervenir?
Lo importante ante un conflicto es adelantarse para evitar que surja alguna respuesta negativa hacia uno de los/las niños/as, pero a veces, no dan pie a una anticipación y ocurre de forma inesperada.
Si no hemos podido anticiparnos y vemos que ha surgido, observamos a los niños/as, si vemos que por sí mismos no han podido resolverlo (os sorprenderías de ver las reacciones que pueden tener unos con otros, se piden perdón, se besan, se abrazan…) Entonces intervenimos e intentamos que haya una dosis de empatía:
- Si son capaces de hablar y contestar a preguntas sencillas procederemos preguntando ¿Qué ha pasado? Dejamos que se expresen y que cada uno de su punto de vista, normalmente con pocas palabras se les puede entender perfectamente.
- Empatizamos con ambos: «entiendo que querías ese objeto, puedes pedírselo, si le pegas le haces daño, ¿Se lo pedimos con palabras? / Entiendo que te ha hecho mucho daño, ¿te duele aquí? Déjame ver… ¿Necesitas un abrazo? Podemos ponerte hielo o crema…
- Intentamos que el/la que realiza el gesto empatice con el/la otro niño/a: le duele mucho ¿Qué podemos hacer para ayudarlo? ¿Quieres ponerle un poco de crema?
- Siempre respetamos la decisión de cada niño/a, el que recibe la acción puede no querer nada del/la otro niño/a, al igual que el que realiza el gesto puede no querer ayudarlo (pensar que ya se sienten bastante mal con lo ocurrido)
- En este caso explicamos: entiendo que no quieras ponerle crema, la próxima vez recuerda pedírselo ¿Vale? / Entiendo que no quieres que te ponga crema, te ha hecho mucho daño, ¿quieres que lo haga yo?
Si no son capaces de hablar o contestar a preguntas sencillas, lo ideal es adelantarse siempre a los acontecimientos, si no hemos podido llegar y algún niño/a ha sufrido algún empujón o golpe, nos acercamos al que ha recibido la acción y le ofrecemos contención, calma y acompañamiento. Al que ha realizado el gesto le explicamos (con frases muy sencillas y cortas), así le duele (exagerando la expresión facial), despacito por favor (repitiendo el gesto con nuestras manos)
Otro punto muy importante es el ejemplo, si ocurre algún conflicto y nos alteramos nosotros al ver la situación, lo más normal es que ellos actúen de la misma manera, ya que es lo que han observado de su entorno, lo ideal es que actuemos de forma pausada, tranquila, con respeto y si queremos que empaticen, empatizar con ellos.
Todo esto es un proceso muy largo, del que no suelen verse los frutos hasta meses e incluso años después, ahora mismo están aprendiendo a convivir y relacionarse con sus iguales y no siempre lo consiguen hacer de la mejor manera o de la forma en la que nos gustaría, pero con el tiempo comenzaremos a ver cómo comienzan a gestionar sus emociones e impulsos de forma más positiva, siendo capaces de ponerse en el lugar del otro, pero esto no ocurre hasta pasados aproximadamente los 5-6 años.
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